Proverbio egipcio

“El reino de los cielos está dentro de ti; aquel que logre conocerse a sí mismo, lo encontrará” Proverbio egipcio

jueves, 19 de marzo de 2015

José María Dolcet: Hermetismo y Cábala "Cristiana"


Pico della Mirandola

De entre los modelos de la Sabiduría tradicional, el de la Cábala Hermético Cristiana fue inspirador del verdadero Renacimiento del s. XV; el cual, remontándose a las fuentes medievales y de la antigüedad se difunde hasta el s. XVII, expresando a través del lenguaje de los símbolos, intermediarios del conocimiento, la harmonía existente entre las formas tradicionales, hebrea, griega, cristiano-latina y árabe.  
Tiempos aquellos alimentados por el espíritu de la concordia, generador de una luz que, por situarse más allá de los caracteres que reviste cada una de aquellas formas las armoniza en un todo, desde el que las formas particulares de cada una de ellas quedan legitimadas. Convirtiéndose así en libre expresión de una realidad verdadera, que las ciencias y las artes contribuían a expresar, pues eran reconocidas como transmisoras de las musas y de los Ángeles, en correspondencia a las sephiroth. Luces indicadoras que flanquean el camino de retorno de los seres hacia sí mismos, hasta su verdadero origen primordial.  

Modelo que cristalizó en Florencia donde Marsilio Ficino y Juan Pico de la Mirándola, dando curso a la traducción y al diálogo, vierten la antigua sabiduría hebrea y griega al latín, demostrando los nombres diversos con los que cada tradición se refiere a los mismos Principios.  

Y todo ello según la tradición de las "escuelas de traductores", que al igual que en Florencia existieron en otros tiempos y lugares, en Atenas, Alejandría, Bagdad, Toledo, Gerona, Córdoba, o Aquisgrán. 

Abundando en ello se da cita a textos, que son expresión de la inteligencia que iluminó a aquellos cabalistas-herméticos-cristianos, en formas signadas por los números, la geometría, las letras, la alquimia, la arquitectura, la pintura, el grabado, y el teatro, entre otras; ciencias y artes o vehículos conductores de un conocimiento regenerador capaz de sugerir un espacio nuevo, como el que se indica en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos: Conócete a ti mismo. Conocimiento representado también por el signo de la Mónada, principio de la Díada, de la Tríada y de la Tétrada.  

La existencia no es más que el recorrido o viaje alrededor del "misterio" del que todo surge y al que todo ha de retornar, y que va revelándose en el "rito" del despertar al "conocimiento". 

Para rescatar o revivir este objeto precioso o tesoro es preciso traspasar la letra muerta, colocarse detrás del espejo, despertando del sueño en que se vivió; para llegar a adivinar que, en el "gran sueño" que es la vida ya no hay temor a seguir soñando. 

Y lo que es posible soñar hoy en la Voluntad despierta, son las noticias que llegan hasta nosotros en voces audibles, legibles y visibles para oídos más que humanos que viven en la paradisíaca inocencia del Edén. Mensajes de los orígenes que nos traen a la memoria una muestra de imágenes sugerentes que evocan los estados desconocidos del espíritu. 

Las puertas del entendimiento, de la voluntad y de la memoria, pasivas respecto al Principio y activas respecto al cosmos, están abiertas de par en par. La escalinata que cubre el espacio entre lo visible y lo invisible, es recorrida por la alfombra mágica del símbolo en todas sus formas y variedades. 

Testimonios que habiendo llegado hasta aquí se conservan aún en la memoria de las crónicas de nuestro tiempo, sencillas muestras de un amor al conocimiento, tan reales, que a los ojos interiores no puede caberles ya ninguna duda de que jamás han dejado ni dejarán de existir, pues son en el ahora imperecedero. 

Los hombres de este entonces estuvieron hoy en una Arcadia Feliz, próximos a un siglo en el que están por concluirse todas las cosas. 

Corresponde a la virtud de la paradoja comprender que como todo está hecho, todo está por hacer; la obra conclusa está inconclusa y presta a la renovación.  

Disfrutemos de la compañía de los Angeles o de las Ideas y visitemos los recintos simbólicos ante los que la imaginación enmudece. 

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Raimundo Lulio vivió en el siglo XIII y fue contemporáneo a la redacción del Libro del Zohar, en un tiempo floreciente en el que se encontraron sobre suelo hispánico y en estrecha relación las culturas latina, cristiana, judía e islámica. 

En el curso de su existencia compuso una gran obra o Ars Magna, compendio del saber universal y verdadera Teocosmogonía, en la que se desarrolla el ámbito de la creación establecida en virtud de los principios trascendentes que la sustentan. 

Principios triunitarios que hallaron su concordancia en el núcleo esotérico de las formas tradicionales representativas de occidente, tanto desde el punto de vista cristiano-latino, como del judío e islámico. Síntesis que aparece representada en una ilustración a la obra de R. Llull en forma de cuatro personajes sentados bajo sendos árboles, un cristiano, un judío, un musulmán y un gentil, ante quienes pasa un caballero -significando a la propia Ars Magna- remontando la corriente de un río, por el que simbólicamente discurre el conocimiento. 

Compone el Ars Magna según los números, esencias constitutivas de todas las cosas, representados a su vez por las formas geométricas correspondientes, entre las que destacan, tres fundamentales: el círculo, el triángulo y el cuadrado. 

Círculo de lo absoluto, cuyo valor simbólico es 10, es decir el de la Unidad y verdadero Principio de todas las cosas y las Nueve Dignidades o atributos mismos de Dios: Bondad, Eternidad, Poder, Sabiduría, Voluntad, Virtud, Verdad y Gloria, cuyos nombres fueron establecidos por la tradición neoplatónica y cristiana de San Agustín y de Dionisio Areopagita. Atributos estrechamente relacionados con las 9 sephiroth o numeraciones puras de la Cábala, manifestaciones del sagrado nombre de Dios.  

Atributos, Dignidades, o Nombres Supremos que en el Ars Brevis de Llull encontramos especificados por las letras del alfabeto latino de la B a la K, procedentes todas ellas de una primera letra inefable y que se disponen en una síntesis de tres círculos concéntricos, referidos de mayor a menor al ámbito de lo supraceleste, de lo celeste y al de lo terrestre. A partir de lo cual es elaborada un Ars Combinandi cuyo ejercicio permitirá reconocer en la mente humana todo el mundo cognoscible, disponiéndose a ser conocida o visitada por el espíritu. 

En el orden de lo geométrico, triángulo y cuadrado son figuras que corresponden al número 3 de las fuerzas principales y al 4 de los elementos de la materia, a través de cuya multiplicación aparecen las doce formas ideales del Zodíaco o signos arquetípicos, gobernados a su vez por las siete fuerzas planetarias resultantes de la suma o adición de aquellos mismos números. 

Nueve dignidades divinas en las que se reflejan todos los aspectos de la creación universal, en un orden jerárquico que comprende toda la cadena del Ser o escala de las criaturas, y que va por emanaciones sucesivas, desde lo más sutil e incorpóreo a lo más material, fluyendo desde las energías angélicas hasta la naturaleza del mundo creado con base en los cuatro elementos. 

Creación que comprende tanto un ámbito celeste, representado por los doce signos zodiacales y sus siete regentes planetarios, girando en armónica revolución, como un ámbito terrestre, en donde todas las cosas evolucionan según aquellos ritmos. 

Mundo o Macrocosmos de la creación, que halla su reflejo central en el Microcosmos, que participando a la vez tanto de lo espiritual como de lo elemental, es constituido a su imagen, como hombre verdadero, en espíritu, alma y cuerpo.  

Las facultades que presiden y a la vez median, posibilitando la identidad entre lo macrocósmico y lo microcósmico son en número de 3, la Memoria, el Entendimiento y la Voluntad, por medio de quienes y a través de su libre albedrío, el hombre puede elevarse en la contemplación de las esencias divinas. Facultades que Llull, en su Libro de la Contemplación, describe así: 

"La primera recuerda lo que la segunda entiende y lo que la tercera quiere. La segunda entiende lo que la primera recuerda y lo que la tercera quiere. La tercera quiere lo que la primera recuerda y la segunda entiende."

Señalándose así, la compenetración recíproca permitida por la intuición directa del corazón, que hace de todas, una sola. 

Facultades o potencias del alma con las que el intelecto recorre gradualmente la escala del Ser, lo cual podemos contemplar en una lámina alusiva incluida en el Libro del ascenso y descenso del Intelecto, donde se muestra a éste en su recorrido por el mundo de la creación, transcurriendo a través de las esferas elemental, humana, celeste y angélica hasta el templo de la sabiduría cuya puerta abierta es iluminada por el sol, símbolo de la unidad puramente espiritual. 

Atributos de Dios, que en el Ars Combinandi de Llull y por medio de diferentes figuras hallarán aplicación a todas las esferas del saber humano de lo cósmico, como es por ejemplo el caso de la del Arbol de la Ciencia en cuyas raíces, tronco, ramas, ramos, hojas, flores y frutos hallan su correspondencia las diferentes Artes que son en sí los reflejos humanos del orden natural. 

Este recorrido del intelecto por la escala del Ser, operado a través del Ars Magna, era inspirador de un amor que halla su eco en la poesía provenzal de aquel tiempo, y también de una regla de caballería hecha explícita en un libro compuesto en siete capítulos, a tenor de los siete planetas o fuerzas celestes que gobiernan a las terrestres y que se titula Libro de la Orden de Caballería. "La primera parte trata del principio de la caballería. La segunda, del oficio del caballero. La tercera, del examen que debe hacerse al escudero cuando quiere entrar en la orden de caballería. La cuarta, del modo como debe ser armado el caballero. La quinta, de lo que significan las armas del caballero. La sexta de las costumbres que son propias del caballero. La séptima, del honor que se debe al caballero".  

Libro que fue modelo para la sociedad inglesa isabelina del siglo XV. Además la obra de Ramón Llull constituyó uno de los puentes que contribuyeron a la generación de la Cábala Cristiana y latina en el Círculo de Florencia. 
  
R. Llull, Liber de ascensu et descensu intellectus
Valencia 1512
El cual estuvo centrado alrededor de la Academia platónica, espacio de "Diálogo" fecundo entre tradiciones, inaugurada de nuevo por Cosme de Medici a poco de llegar Gemistos Plethon de Bizancio, el cual vino provisto de los escritos en lengua griega que allí se guardaban, los de Hermes Trismegistos así como los de Platón, y también de Jámblico, Proclo y de Porfirio entre otros. Textos del neo-platonismo alejandrino, que recipiendario de las antiguas tradiciones Persa, Caldea y Egipcia, habría de traducir al latín en su mayor parte Marsilio Ficino, Gran Maestre de la Academia de Florencia. Círculo al que perteneció Giovanni Pico della Mirandola, nacido en 1463 y que viviendo tan solo treinta y dos años, fue reconocido como Fénix de su tiempo y también como Príncipe de la Concordia.  

Pico tuvo acceso a las fuentes herméticas traducidas por la Academia y que bajo el nombre de Corpus Hermeticum recogían tratados como el Poimandres y el Asclepios. Además dispuso de la traducción de los Diálogos de Platón. Así como también tuvo acceso a la Cábala, tradición oral, se dice, revelada a Moisés en el Sinaí al margen de la ley escrita. Siendo iniciado en ella a través de las enseñanzas en hebreo que Pico recibiera de judíos conversos, como Flavio Mithridates, Pablo de Heredia y Elia de Mendigo, portadores de esta tradición según había sido desarrollada en el siglo XIII en suelo hispánico.  

Tanto F. Mithridates, erudito en lengua hebrea, en griego y en latín, como Pablo y Elia, transfirieron a Pico los textos hebreos fundamentales, y su procedimiento hermenéutico según la ley de correspondencias, que permite las combinaciones y permutaciones entre los números y las letras consonantes. A partir de lo cual Pico encuentra en la antigua sabiduría de los hebreos un camino abierto para la hermenéutica cristiana de la Cábala, en el que se confirma la Fe cristiana en la Divinidad del Cristo, según la línea de la tradición patrística y medieval que habían trazado ya San Jerónimo y Nicolás de Cusa. De este último se cuenta que en su oratorio presidían "la Díada platónica, la Tríada cristiana y la Tétrada pitagórica".  

En la confluencia de la gran corriente Cabalista, Cristiana y Hermética, que en sus símbolos fundamentales da identidad a la tradición viva de occidente, es que Pico desarrolla sus Novecientas conclusiones, ofreciendo a quien pudiera interesar, la demostración y la confirmación recíproca entre unas y otras, por medio de los principios que sustentan sus respectivas cosmogonías, aspectos a su vez de un solo y único principio que las fundamenta. 

De entre las novecientas, una de las setenta y dos "Conclusiones Cabalísticas según propia opinión que confirman grandemente la religión cristiana a partir de los fundamentos de la religión de los hebreos", dice: Per litteram Scin, que mediat in nomine Jhesu, significatur nobis cabalistice, quod tum perfecte quieuit tanquam in sua perfeccione mundus, cum Iod coniunctus est cum Vau, quod actum est in Cristo, qui fuit verus dei filius et homo. "Por la letra Shin, que está en medio del nombre de Jesús, se nos significa cabalísticamente que entonces reposó tan perfectamente como el mundo en su perfección, cuando la Iod se unió a la Vau, lo que se hizo en Cristo, que fue verdadero hijo de Dios y verdadero hombre". También nos dice en otra de las 72 conclusiones que los tres grandes nombres cuaternarios que están entre los secretos de los cabalistas deben atribuirse a las tres personas de la Trinidad. Y que por la letra Shin que está en medio del nombre de Jesús en hebreo, se significa al verdadero Hijo de Dios hecho hombre por el Espíritu Santo, I H S V H. 

Afirmando más adelante: Idem est nox apud Orpheum et Ensoph in Cabala. "Lo mismo es la noche en Orfeo que Ensoph en la Cábala". Y: Sicut hymni Dauid operi Cabale mirabiliter deseruiunt, ita hymni Orphei opere vere licite et naturalis Magie. "Como los himnos de David sirven maravillosamente para la obra de la Cábala, así los himnos de Orfeo son verdaderamente útiles para una Magia lícita y natural".  

Asimismo y de acuerdo a la tradición hebrea, Pico reconoce dos vertientes en la Cábala; una el "sendero de los nombres" al que se refiere como ya desarrollado por Abulafia y Llull, en el Ars Combinandi; y otra el "sendero de las numeraciones puras", las sephiroth, a su vez en correspondencia a los atributos divinos nombrados por Dioniso Areopagita, y que son la parte suprema de la magia natural, capaz de captar el poder de las cosas superiores y supracelestes, y que es una magia altamente operativa basada en el poder de la lengua hebrea para invocar a las jerarquías angélicas intermediarias entre el mundo divino por una parte y el cósmico centrado en el hombre por la otra. Magia buena y Teúrgica -de Theos, Dios, y Ergon, Obra- a no confundir con la nigromántica que basa sus operaciones en una lengua hebrea degenerada y en la inversión perversa de sus fines y que es una forma desnaturalizada de la verdadera magia natural. 

Magia natural que decíamos establece y asegura los vínculos entre cielo y tierra, mediante la confección de objetos rituales según las leyes de afinidad, por ejemplo de talismanes, a base de grabar en sustancias elementales los caracteres o imágenes de los astros correspondientes, mientras se refuerza su efecto con la invocación de los Himnos Orficos. 

Pico della Mirandola también tuvo acceso al espacio revelador del Corpus Hermeticum, de cuya traducción se encargó el scriptorium de Marsilio Ficino.  

La Sabiduría es revelada a Hermes por Poimandrés, el Noûs, en una iluminación; en el curso de cuyo relato se hace referencia a la generación del Universo por parte de un segundo Demiurgo creador, y a la del Hombre, obra directa del Padre Noûs, que lo engendró similar a Él Mismo y al que amó como a su propio hijo; el cual penetrando y descendiendo por la armadura de las esferas llegó a encarnar en la naturaleza. El hombre, único ser de entre todos los terrestres dotado de una doble constitución, inmortal en cuanto a su esencia trascendente y mortal en cuanto su cuerpo perecedero. 

A continuación, Poimandrés muestra a Trismegistos el comportamiento que debe llevar en acuerdo al gran misterio que acaba de serle revelado, diciéndole que deberá conocerse a sí mismo, ya que quien se conoce a sí mismo va hacia sí mismo, es decir hacia su propia naturaleza, que es luz y vida. Lo mismo que el Dios Padre de quien nace el Hombre. 

Ascensión en la que, dejando atrás el cuerpo mortal, ya purificado de las influencias materiales que las esferas planetarias habían impreso en él, culmina en la suprema y ogdoádica esfera, donde percibe a las Potencias Divinas que cantan himnos a Dios. 

Entre las que podemos encontrar analogías correspondientes a las Potestades del cristianismo.  

Enseñanza acerca del ascenso del alma en regeneración hasta la esfera ogdoádica que asimismo se encuentra en los Palacios Celestes de la Cábala, lo que es otra muestra de la estrecha relación establecida entre las tradiciones, hermética y mosaica. 

Un año después de la elaboración de sus novecientas tesis, Pico redacta la Oración o Discurso sobre la Dignidad del Hombre, como introducción y apología de aquellas, vista la desaprobación que sufrieron por parte de los prejuicios de la religiosidad de aquel entonces. Discurso en el que se manifiesta la Idea renacentista del hombre, y de su posición en el mundo, que, como centro y reflejo del cosmos entero, fue dotado de todo aquello con que se revestía a la misma creación, pudiendo el hombre, lo mismo degenerar en los seres inferiores que son las bestias o bien regenerarse en las realidades superiores que son divinas, y ello gracias al intelecto, "el alma intelectiva única para todos los hombres", reflejo de la "mens divina", y que es vínculo de los mundos celeste y terrestre por medio de la magia establecida entre las ciencias de la Astrología y de la Alquimia. 

"¡Oh Suma liberalidad de Dios padre, suma y admirable felicidad del hombre! a quien es concedido obtener aquello que elija, ser aquello que quiera. 

Igual que las bestias en el mismo momento de nacer llevan consigo, según dice Lucilio, todo aquello que tendrán después, los espíritus superiores desde el inicio o poco después, fueron aquello que debieran ser en las perpetuas eternidades. En el hombre naciente el Padre depositó semillas de toda especie y gérmenes de toda vida; y según como cada joven las haya cultivado, fructificarán en él. Si fueran vegetales, será planta. Si sensibles, será bruto. Si racionales, devendrá animal celeste. Si intelectuales, será ángel e hijo de Dios, y si no contento de la suerte de ninguna de las criaturas se recogiere en el centro de su unidad, hecho un espíritu con Dios, en la solitaria oscuridad del Padre, él, que está puesto sobre todas las cosas, las sobrepujará a todas.  

¿Quién no sería admirador de este nuestro camaleón? Fuera de ello a qué otra cosa mayor podríamos admirar. De él no se equivoca Asklepio de Atenas, que por el aspecto cambiante y la naturaleza mutante dice que en los Misterios era el símbolo de Proteo, de quien las metamorfosis eran celebradas por los Hebreos y los Pitagóricos."

Cantos como este, contribuyeron -en la atmósfera postescolástica-, al verdadero Renacimiento de Occidente, en el reconocimiento del cristianismo por el judaísmo, del judaísmo por el cristianismo, y de ambos según el hermetismo, configurándose para entonces un método de ascenso espiritual o suprarracional, fundado en las Ciencias y en las Artes así como en la Magia Teúrgica.  

Se distingue que este discurso era elaborado desde la "concordancia" de símbolos que posibilitaba el diálogo fecundo al que nos referíamos, y del que son muestra algunas palabras hijas de las diversas tradiciones que se dan cita en él, como son la egipcia, caldea, persa, hebrea, pitagórica y platónica, neoplatónica, romana, cristiana y árabe; todo ello es confirmado por los nombres que van apareciendo a lo largo de la Oración sobre la Dignidad del Hombre: Hermes, Asclepio, David, Moisés, Timeo, Adán, Hebreos, Pitagóricos, Enoch, Empédocles, Mahoma, Apóstol Pablo, Dionisio Areopagita, Osiris, Heráclito, Homero, Platón (Fedro, Alcibíades, Carta VII, Cármides), Angeles, Musas, Apolo, Sócrates, Zoroastro, Abraham, Aristóteles, Cicerón, Tomás de Aquino, Duns Scoto, Alberto Magno, Averroes, Avempace, Al Farabí, Avicena, Simplicio, Temistio, Ammonio, Teofrasto, Porfirio, Plotino, Hermias, Damascio, Olimpiodoro, Séneca, Mercurio Trismegisto, Boecio, Aglaofemo, Filolao, Zalmoxis, Abaris el Hiperbóreo, Bacon, Apolonio, Esdrás, Hilario, Orígenes, Zorobabel, Pitágoras, San Agustín, Orfeo, Jámblico, y aún otros. Nombres llevados por los símbolos o ideas, sephiroth, musas, ángeles o números, Intermediarios entre lo Supremo y el hombre. Testimonios a través de sus obras, de las diversas palabras o claves, con que cada forma tradicional refiere la cosmogonía a partir de sus principios. Punto de vista desde el que cada nombre ocuparía el lugar correspondiente en el orden jerárquico que estipula toda realidad, tanto en el ámbito de lo divino -en el sentido inmanifiesto y manifiesto- como en el de lo heroico, y también en el de lo humano lineal e histórico. 

Doctrina, procedimiento y modo de conducirse el hombre que desde el Renacimiento Florentino, sólidamente establecido en sus fundamentos Hermético-cabalístico-cristianos, hallará su difusión natural por toda Europa a través de Johannes Reuchlin en Alemania, Francesco Giorgio en Venecia, G. Postel en Francia y John Dee en Inglaterra, entre otros. 

El renacimiento europeo es, desde el punto de vista de la Filosofía Perenne, una época histórica propicia al diálogo establecido desde las diferentes voces de la Tradición Unánime, por medio de las cuales se difunde el mismo espíritu de concordia vaticinado por Pico y que rebasa ampliamente el marco de la erudición clásica con que algunos pretendían suplir una escolástica rígida y decadente. 

Una de estas voces fue la de Juan Reuchlin, que en llegando a Florencia tuvo acceso a toda la riqueza de la literatura hebrea y cabalística, incluyendo al Sepher ha Zohar o Libro del Esplendor, y al Sepher Yetsirah o Libro de la Formación, testimonios principales de la antigua sabiduría hebraica, de la que fueron portadores aquellos judíos conversos procedentes del exilio producido en 1492 desde España. Fruto de lo cual fueron obras como De Verbo Mirifico o la "Palabra Maravillosa", donde Reuchlin, llamado el "Pitágoras redivivo", elabora un diálogo entre la Grecia de raíz Órfico-Pitagórica, la Cábala judía y el Cristianismo, en el que se establece el elevado poder de las palabras y letras de la lengua hebrea. 

A partir de lo cual Reuchlin, desarrollando las Conclusiones de Pico, hace ver, en De arte cabalística, que el Sagrado Tetragrama I H V H, impronunciable en hebreo se hace audible en el nombre de Jesús, que en esta misma lengua es I H S V H, el Verbo hecho carne; y cuya pronunciación, Iosua, es significación de la Misericordia, según la escritura del Talmud. 

En ambos libros, Reuchlin expone la esencia simbólica del número, presente tanto en la Cábala como en la Doctrina pitagórica. En I H V H, nombre de Elohim revelado, se resumen las veintidós letras del Alefato: 

"Desde Aleph a Iod se encuentran los órdenes de los ángeles. Desde Caph a Zade, el orden de los cielos, y por último, desde Zade a Thau el mundo de los elementos."

"Veintidós letras que junto a las cincuenta puertas de la inteligencia, constituyen los setenta y dos nombres divinos que Reuchlin encuentra en el Psalterio y que cual escala de Jacob eran recorridos por los ángeles. Cincuenta puertas de la inteligencia, de las que se dice que 'por ellas penetra el misterio del Dios vivo en el mundo'. Todas menos una, abiertas a Moisés, por quienes le fuera transmitido todo lo comprendido en la Ley. La quincuagésima puerta no está abierta más que para el Mesías, Luz de Dios y Luz de los pueblos, que conoce a Dios y hace conocer a Dios."  

Escala de Jacob, que el monje franciscano Francisco Georgio de Venecia, establece entre la unidad y el mundo elemental, por medio de las jerarquías angélicas análogas a los Sephiroth y que anteceden a las estrellas en su recorrido de descenso hasta la tierra. Armonía del mundo, que dio nombre a la obra de Georgi y que fue modelo inspirador de la arquitectura con que se edificó el templo de San Francisco de la Vigna, según el orden y proporción de la Ciencia Sagrada del Número y de la Geometría, vehículos de la sabiduría hermético-cabalístico cristiana en su camino de retorno al Uno o Monas. Recorrido ascendente, o bien descendente por extensión a los tres mundos, que desde el Uno y por los Angeles o intermediarios divinos, fluyen sobre las energías celestes, que representadas por los doce signos zodiacales y por sus siete planetas regentes, conforman el mundo elemental. 

De Harmonia Mundi fue conocida por el renacimiento isabelino y también traducida al francés por Guy Le Fèvre de la Boderie; ámbito en el que encontramos a Guillermo Postel, quien sabio en ciencias como la matemática, botánica, medicina y en lenguas fue un gran viajero por Oriente, traduciendo los manuscritos árabes que de esas materias trajo consigo, así como tradujo el Zohar al francés, escribiendo entre muchas otras obras El Candelabro, donde "Cristo, la Luz del Mundo, ilumina desde su interior a las almas que lo habitan". 

Labor iluminadora del renacimiento, a cuya difusión contribuyeron obras como De Coelesti Agricultura, de Paulus Rici, la cual sería comentada por el jesuita Athanasius Kircher; el Salterio Políglota de Giustiniani, en ocho columnas y que precedió en su publicación a la Biblia Políglota de Alcalá; el Comentario sobre el Apocalipsis de Pedro Galatino; La Cábala Desvelada de Knorr Von Rosenroth en la que se vierten al latín fragmentos del Zohar. La labor del cardenal Egidio de Viterbo, que reunió, favoreciendo su estudio, gran número de tratados cabalísticos. Pléyade de obras, todas ellas, significadas por el Espíritu de la concordia universal, que dio su aliento al renacer del hombre, vínculo en el microcosmos de todos los aspectos de la Creación. 

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Renacimiento de un mundo, que participa de una idea iluminadora de la consciencia del hombre, la que, adecuada a su tiempo, se hizo patente a través de las Artes y de las Ciencias aplicadas a la arquitectura del templo al principio y luego a la de palacios y jardines, según el número y la geometría, donde hallaban lugar de expresión las alegorías pictóricas con que los artistas de la época simbolizaban los mitos de la antigüedad y también los emblemas trazados en planchas representando el orden universal; de igual modo la medicina, que era elaborada como Panacea o remedio de todos los males, por los sabios alquimistas que estudiaban la "quinta" esencia de los elementos. En el teatro, donde se escenificaba renovado el drama del hombre-cosmos. O a través de obras literarias, que en la tradición de la leyenda, referían la aventura y viaje del alma por éste y por el otro mundo. Sin olvidar la música, en cuyo sonido reververaban todas aquellas expresiones del saber. 

Manifestaciones, todas ellas, de las siete Ciencias y Artes heredadas del Medioevo, llamadas liberales, porque según se decía "requerían la libre disposición de la mente para su aprendizaje".  

Vehículos de la Cosmogonía, a su vez compendiados por la Astrología y la Alquimia, que estudiaban al universo en sus grandes aspectos celeste y terrestre, que la Magia del Renacimiento realizaba en coexistencia. 

Arte por medio del cual, el Mago vincula el poder del cielo con el de la tierra, por medio de la vara-eje que encontramos representada en la primera lámina del juego del Tarot, y que manifiesta como lo hacen tantos otros juegos tradicionales, el despliegue de una cosmogonía en número, letra, forma y color, análoga a la constitución del hombre, quien, reflejándola enteramente, puede reconocerla en sí mismo. 

En cuanto a la etimología de la palabra mago, tomamos su raíz del avéstico "maga", cuyo significado es Gracia, Don o Riqueza Espiritual. Los magos constituían la casta sacerdotal del pueblo Medo del Irán, representantes, como otros pueblos de la antigüedad, del Hombre Verdadero, que opera en su gesto arquetípico, la unidad del mundo, renovándolo así permanentemente. 

Gran mago del Renacimiento fue Enrique Cornelio Agrippa (1486-1535), que viajando por toda Europa, conoció en Italia a los cabalistas cristianos, siendo discípulo también, del Abad Trithemius, a quien dedicó su obra principal De Occulta Philosophia, tratado en tres libros, en los cuales la magia natural o elemental y la celeste, reciben las influencias de un ámbito superior, el de los intermediarios divinos, aspecto éste ceremonial y más elevado de la Magia por la invocación de los nombres de Dios en hebreo, coronados por el de Jesús, como I H S V H . 

El mago operaba en la construcción de talismanes, y para ello tenía en cuenta a los elementos de la naturaleza, que eran signados y regidos por las fuerzas celestes y planetarias en correspondencia; siendo a su vez éstas producto de las entidades angélicas, con lo que el acto mágico implicaba al hombre entero, por su reconocimiento más allá de los influjos cósmicos, de las energías supracelestes, emanaciones de Dios, a partir de las cuales toda magia devenía esencial y sin cuyo concurso toda operación resultaría inconclusa. 

Camino de retorno a la Unidad de los Principios, recorrido por el héroe, impulsado por el amor de la Verdad, lo cual es explicitado en los Heroicos Furores, obra literaria de Giordano Bruno, otro gran mago del Renacimiento, que prosigue en la tradición de los Tratados del Amor, como lo fueron: el Fedro y el Symposio de Platón, el Libro del amigo y del amado de Llull, el Tratado del Amor de Ibn Arabî, la Vita Nuova de Dante y los Diálogos de Amor de León Hebreo entre otros. 

Amor heroico que surge invicto, por la concentración de todas las potencias del alma en la voluntad de purificación y de renuncia al amor vulgar. Proceso que transcurre en la intimidad del ser humano, y que parte de un estado referido por los antiguos como humor melancólico, de carácter saturnino y que nace de la nostalgia por lo elevado a la vez que de la negación del aspecto cambiante y aparente de las cosas, es decir de la negación de lo que no es permanente. 

Ascesis del alma, que, tomada en rapto por el heroico furor, abandona en su ascenso todo vínculo imaginario con el mundo, penetrando así en la contemplación de Diana, la Luna, en la pura desnudez de su reflejo solar. 

Melancolía que fuera representada en la perspectiva visual del arte pictórico por la magia de Durero y de la escuela flamenca, en cuyas obras de arte se simbolizaba la proporción y fundamento de la belleza en el lazo armonioso asegurado por el número; esto mismo hallamos en el marco teatral de Shakespeare, en este caso representada por el heroico Hamlet, símbolo del alma humana, que aspira a desembarazarse de sus estados pasionales e inferiores, asimilados a los personajes de la obra y ello a través de la "venganza", que yendo más allá del literalismo tiene como fin la restitución del hombre en la pureza de su estado original. Testimonio de la lucha entre el ser y el no-ser, debate entre el día y la noche, ámbito donde se da el proceso regenerativo del despertar, por medio de un fuego o furor heroico y transformador surgido de la melancolía del protagonista. 

Extensión del Arte sagrado, que en esta obra y en otras del repertorio de Shakespeare, como La Tempestad, El Rey Lear, Othelo, El Sueño de una Noche de Verano, etc. era escenificado a diversos niveles, que se correspondían con el sentido literal, alegórico y simbólico del contenido del drama, en una didáctica de enseñanza ejemplar que prefiguraba para el entendimiento del espectador su propio proceso de elevación por el esclarecimiento interior. 

Es decir, teatro, poesía, literatura, música, arquitectura y pintura en los que resplandecía aquella luz renacentista que asimismo se reveló por medio del Arte de la medicina tal y como fue concebido en aquellos tiempos por Paracelso, gran representante de la magia alquímica-cabalista y cristiana que operaba a través de una Medicina universal presidida por el origen divino y trascendente, principio de toda vida. 

La medicina de Paracelso constituyó el crisol donde amalgamaron los estudios de Cábala y Hermetismo promovidos por Tritemio, cuya biblioteca, de caracteres enciclopédicos, se dice era visitada por todos los sabios de la época. 

Tritemio, que practicaba la "Esteganografía", o especie de arte cabalístico adaptado al latín, cuya combinación de letras y números permitía hallar en las cosas nombradas su naturaleza simbólica velada a ojos superficiales.  

En el libro De Polygraphia Cabalística, Tritemio hace la siguiente sinopsis del esoterismo hebreo: 

"Ante todo, existe el Inefable, el Indeterminado. Después viene el mundo supremo, que es el modelo del mundo inferior. Los dos forman dos caras homólogas: el Macroposopo y el Microposopo. Están unidos por el lazo del amor recíproco entre el universo y el hombre. La creación tomada en su totalidad, es un ser todos cuyos rasgos están marcados por el sello divino, siendo el hombre la síntesis de todas las criaturas. Como él ha sido modelado a imagen del centro divino, su forma está compuesta de elementos copiados de la forma superior. La forma humana, referida a sus principales órganos: cabeza, cerebro, corazón, brazos, tórax, vientre, miembros, órganos sexuales, etc. corresponden a tipos que la Cábala designa con el nombre de Sephiroth, que los sabios de Israel llaman Corona, Sabiduría, Inteligencia, Clemencia, Rigor, Belleza, Victoria, Majestad, Fundamento y Reino."

El hombre que, caído en el olvido de su origen y en quien "ser" y "conocer" están separados, deviene obligado por el dolor profundo de esta existencia, a rememorar su estado original. Constituyendo ello un arte alquímico capaz de transformar la cualidad de su energía, a través de un proceso natural marcado figuradamente por los signos y planetas del zodíaco. Astrología y Alquimia, aspectos ambos del Cosmos incluidos en la Cábala hebrea, quien corona a este universo con los principios de la Unidad misma y de los que por emanaciones e hipóstasis sucesivas se irá desenvolviendo la creación, desde el plano de las ideas al de las formas que descienden sobre la materia, cauce por donde discurre la divinidad misma, haciéndose inmanente en todo objeto natural, minerales, plantas o animales que se resumen en el hombre dotado de intelecto y por medio de quien la naturaleza se desvela y reconoce a sí misma. 

De los símbolos de esta ciencia cabalística, mágica, astrológica y alquímica derivó Paracelso todo un lenguaje poligráfico reconociendo un principio supremo llamado Yliaster de quien proceden lo positivo, lo negativo y lo neutro, análogos en el macro y microcosmos, y que son simbolizados por el azufre, el mercurio y la sal, a partir de los cuales es dispuesto el cuaternario de la creación en la multiplicidad de las formas. 

En su Tratado de las Entidades, orígenes de la enfermedad, nos habla de cinco, de entre ellas cuatro naturales: De Ente Astrorum, De Ente Veneni, De Ente Naturali, De Ente Spirituali y una quinta sobrenatural, De Ente Dei, "entidad que debemos considerar con la mayor atención y antes que toda otra cosa, pues en ella está la razón de todas las enfermedades". 

Enuncia también, los siete órganos del hombre en relación con las siete esferas planetarias, cuyo desequilibrio por desproporción es responsable de padecimiento tanto anímico como corporal. En cuanto a los métodos de curación, descansan en las cuatro columnas sobre las que se edifica la verdadera medicina y que son: la Filosofía de la Naturaleza, la Ciencia de los Astros, la Alquimia y la Virtud del médico.  

Triple medicina que por la línea de Apolo, Esculapio y de Quirón, es decir, por el espíritu, por el alma y por el cuerpo, consideraba al ser humano en la integridad de todas las dimensiones que le constituyen y que operará en la construcción de talismanes, simbolizados por el cuadrado mágico del planeta al que corresponde la enfermedad a tratar. Signaturas celestes que en el ámbito de la Farmacopea fundamentaban la obtención de extractos vegetales y de productos minerales, según los principios de correspondencia basados en el Similia Similibus Curantur, antecedentes de la Homeopatía o método de curación por lo mismo que ocasiona la enfermedad, sólo que en dosis infinitesimales cuya potencia esencial y dinámica es capaz de disolver aquella. 

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La Rosa y la Cruz son símbolos que se entretejen en el telar del occidente europeo, donde en los albores del siglo XVII gobiernan Federico V y la que fue princesa de Inglaterra, Isabel, a través de quienes, y en el Palatinado del Rhin, confluyen las diversas expresiones de la Tradición, expresándose la unidad cabalista, cristiana y hermético-alquímica, esta última reelaborada por el Islam a su paso por Alejandría. 

Herencia que recibe Christian Rosenkreutz, personaje legendario, y como tal, referido directamente a la historia sagrada de la humanidad; vivió en Damasco, Jerusalén, Arabia, Egipto, Libia, Túnez y España; recogiendo en estos viajes, emprendidos desde Alemania, la antigua sabiduría de Pitágoras, de la Cábala y de la Tradición Hermética, conservadas por el esoterismo árabe en el Liber Mundi que él traduce al latín. 

Christian Rosenkreutz, hilo conductor de la leyenda de las Bodas Químicas, atribuido a Valentín Andreas. Escrito que apareció poco después de la Fama Fraternitatis y de la Confessio Fraternitatis, por quienes se manifestó públicamente la Orden de la Rosacruz. 

En las Bodas se cuenta el viaje de un peregrino, quien tras la invocación de Sabiduría e Inteligencia, dice:  

"Después me preparé para el viaje; vestí mi ropa de lino blanco y me ceñí una cinta color rojo sangre dispuesta en cruz que pasaba por mis hombros. Até cuatro rosas rojas en mi sombrero, esperando que todas estas señales servirían para que se me distinguiera rápidamente entre la muchedumbre. Como alimento tomé pan, sal y agua." 

Así, parte invitado para asistir como testimonio a las bodas reales entre Sponsus y Sponsa. El enlace se festeja en siete días, tiempo en que los invitados visitan el castillo, descubriendo en sus estancias, maravillosas obras de arte, asistiendo también a las representaciones teatrales "de los músicos, cómicos, trágicos y habilidosos actores de la época". 

Prefigurándose en siete actos, el despliegue en acción de las fases alquímicas, en las que se desenvuelve toda la obra hasta su consumación por la reunión de los esposos, del Azufre y del Mercurio, en la Sal. 

También por aquel entonces, en 1613, tuvieron lugar las bodas reales entre Federico e Isabel, siendo celebradas a través de diversos festejos, que incluían representaciones teatrales a cargo de actores ingleses que daban vida a los personajes de Shakespeare, siendo escenificadas por Iñigo Jones en los jardines del palacio de Heidelberg. Organizados y musicados ingeniosamente en el arte de la proporción y de la perspectiva, según la ciencia matemática, por el que fue jardinero palatino y arquitecto Salomón de Caus; en estos jardines se incluían grutas, fuentes, laberintos y estatuas parlantes que emitían sonido al recibir los rayos del sol. Conjugándose la técnica al servicio de la obra de arte, simbolizando estados de la mente que conducen a lo mítico y suprahumano. 

En Fama Fraternitatis, primer manifiesto rosacruz, la hermandad es anunciada por las trompetas que a los cuatro vientos dan noticia de la Reforma del conocimiento universal, dirigida "a los regentes, órdenes y hombres de ciencia de toda Europa", invitados a leer el Liber Mundi o regla de todas las artes, como se dice hiciera Paracelso. Libro inmemorial, cuyas enseñanzas los hermanos difunden por todo el continente y cuyo secreto conservan en la cripta en la que yace Christian Rosenkreutz y donde se guarda la Tradición misma confiada a Adán después de la caída y que siendo transmitida por Enoc, Abraham, Moisés, Salomón, Pitágoras, y Platón fue perpetuada por los diferentes maestros continuadores hasta hoy. 

Puerta de la cripta en cuyo dintel figura la inscripción "me abriré dentro de ciento veinte años", sucedidos los cuales es descubierta en el relato de la Fama. Cripta descrita como un recinto abovedado en heptaedro con un sol brillante en todo lo alto sobre un altar central a la vez que sepulcro en el que está el cuerpo incorrupto de C. R. en cuyas manos se halla un libro en pergamino en letras de oro llamado T, el tesoro más preciado, después de la Biblia. Las paredes de la cripta, subdivididas en campos cuadrangulares cubiertos por inscripciones en figuras y sentencias, dan paso por sendas puertas a unos cofres que contenían objetos diversos: "todos los libros que poseemos y, además, el 'Vocabulario' de Teoph. P. ab Ho. y diferentes escritos que no cesamos de difundir lealmente, entre otros su 'Itinerario' y su 'Vida', fuente principal esta última de todo lo que precede". "Otro cofre contenía espejos de propiedades múltiples, campanillas, lámparas encendidas, compendios de cantos maravillosos, dispuesto todo de tal manera que, si la orden o la fraternidad entera vinieran a desaparecer, todo se pudiera reconstituir aunque pasaran varios siglos, sobre la única base de esta sala abovedada". 

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La Fama Fraternitatis fue traducida a seis lenguas y la Confessio al latín, exhortándose en esta a los hombres de ciencia europeos "para que sometan su arte a un examen preciso y riguroso, antes de comunicar con la hermandad y a través de obras impresas el resultado de sus meditaciones". 

Cabe decir que aquel legado contribuía a amalgamar en un vasto movimiento de reforma cultural, toda una profusión de saberes que devenían dispersos e inconexos en una época de recientes descubrimientos geográficos y científicos, tributarios por otra parte, de un racionalismo que dejaba de reconocer los principios comunes en que descansa toda ciencia de corte tradicional. Ello mismo era ejemplificado en la narración de las Bodas de C. R. cuando en el vestíbulo de la entrada a Palacio algunos invitados conversan entre la vanagloria y presunción, mientras discuten y divagan sobre puntos de vista cuyo miope exclusivismo hacía irreconciliables. 

Apertura de la cripta y con ella de una puerta que da acceso al saber inmemorial, a la vez que sentido profundo a las nuevas ciencias es una idea que encontramos ilustrada en la obra de H. Khunrath, el Anfiteatro de la Eterna Sabiduría. Texto constituido por los comentarios al Libro de Proverbios y al Libro de la Sabiduría de Salomón, junto a doce planchas, nueve de las cuales resumen la ciencia hermética tras el velo de la simbólica cristiana y cabalista.  

En la plancha número cuatro podemos contemplar la figura del Cristo, encarnación del Verbo, aureolado por una rosa de cinco pétalos en quien están grabadas las letras del Nombre Sagrado I H S V H, centrando la entera manifestación, y que procede del triángulo que corona la esfera y que contiene el Tetragrama, símbolo del Todo, dispuesto a la vez como Tetraktys pitagórica. 

Se dice que Khunrath visitó al sabio John Dee, a la sazón viajero por Alemania en su camino de retorno desde Bohemia a Inglaterra. 

John Dee, cabalista cristiano en la tradición de Pico, Reuchlin, Agrippa, Giorgi y Durero. Sabio matemático que prologó la traducción de los Elementos de Euclides a la lengua inglesa, donde se explicita la importancia del número como "modo de investigar que permite comprender cualquier cosa que pueda ser conocida". Estudioso de la teoría de la proporción y de la perspectiva geométrica según el arte del romano Vitruvio, aplicó la ciencia matemática a las artesanías de su tiempo, refiriéndose también a una más alta matemática al servicio de la invocación a los intermediarios divinos, aspecto este en resonancia con la Cábala llamada "luriánica" centrada en Galilea alrededor de Isaac Luria y que en el siglo XVII difundiría por Europa alcanzando la Bohemia donde reinaba Rodolfo II el que fue gran protector de la Cábala y de la Alquimia. 

Símbolo de la sabiduría tradicional que sintetiza ambas ciencias es el de la Monas Hieroglyphica que muestra el despliegue del Ser en los tres mundos, combinando el septenario de los planetas y la triunidad de sus principios en el hieroglifo Monas o signo sagrado de la unidad. Llave a su vez, por quien hallan su mutua correspondencia los números, la geometría, la gramática, la astrología y la alquimia quienes, reflejando simbólicamente el orden universal nos acercan a su sabiduría. 

Símbolo hermético que, como en la obra de Khunrath, encontramos también grabado en las Bodas Químicas de Andreas, a la vez que se describe también en un tratado anexo e introductorio a la Confessio y que lleva por título Breve consideración de la filosofía más secreta. 

Símbolo que enlaza reunidos la Cábala, el Hermetismo y el Cristianismo. Los que fluyendo desde oriente y occidente vuelcan todo el contenido simbólico que impregna la atmósfera del Palatinado del Rhin. Y ello a través de diversas obras entre cuyos autores son de destacar a Robert Fludd, venido desde la corte de la Inglaterra Isabelina y a Michael Maier, médico de Rodolfo II rey de Bohemia, los que correspondiendo al ofrecimiento de la Fama Fraternitatis hallaron la oportunidad de que sus trabajos fueran grabados por Mateo Merian y editados en los talleres de Teodoro de Bry. 

Robert Fludd compuso La historia del macrocosmos y el microcosmos en la que se ilustran las obras de Dios, en su creación de la naturaleza y las del hombre en Artes y Ciencias que, contempladas como imágenes reflejas de aquella, llevan al conocimiento de sí mismo. 

Robert Fludd, Utriusque cosmi historia

T. II, Oppenheim 1619

El macrocosmos es representado en la serie de láminas II, III y IV, donde en la primera el Logos o Verbo luminoso desciende desde las profundidades insondables hasta la tierra, en un vórtice espiral, recorrido por el número veintidós y las correspondientes letras del alfabeto hebreo; junto a su disposición ordenada en palabras latinas, desde la Mens Divina, principio de las 9 primeras emanaciones, al Zodíaco de las estrellas fijas, el septenario de los planetas y los 4 elementos de la materia. 

En la lámina III hallamos la emanación del Verbo en lo supraceleste, lo celeste y lo elemental o terrestre en tres círculos concéntricos que indican respectivamente a los ángeles, al círculo zodiacal y planetario y a los elementos con la tierra en su centro y jardín del Edén donde se hallan el hombre, la mujer y la serpiente.  

Robert Fludd, Utriusque cosmi historia

T. I, Oppenheim 1617

En la lámina IV titulada "Espejo de toda la Naturaleza e Imagen del Arte", los ámbitos ya descritos se encuentran precisados en un conjunto de círculos concéntricos emanados del Sagrado Tetragramaton, el nombre impronunciable I H V H, donde asimismo figuran las Jerarquías Angélicas correspondientes al mundo de lo supraceleste, el cielo estrellado que contiene a los siete planetas del ámbito celeste, desde Saturno a la Luna y de aquí al mundo terrestre y elemental que, por los círculos del agua y de la tierra da lugar a los reinos animal, vegetal y mineral, bajo la simbólica emblemática correspondiente a cada figura, en toda las variedad de los mismos, en correspondencia con las artes y ciencias que los estudian. A continuación, las artes liberales, reflejos del mundo planetario, cuya analogía establece el mismo hombre, quien sentado en el globo de la tierra, mide comprendiéndolo con un compás en la mano la bola del mundo. Y todo ello, por el intermedio del ligamen o cadena áurea, que podemos observar va del Supremo y Desconocido a la Naturaleza personificada en La Mujer Virgen y Madre universal y desde ella al sol iluminador del mundo creado y a la luna, su espejo, por medio de quien la misma naturaleza liga con su imitador, el Arte, que es el reflejo de sí misma. 

En cuanto a la lámina que representa al microcosmos y que abre la portada general de la obra de Fludd, se ve al hombre incluido en el Universo como un pentagrama de cinco miembros, que está constituido según los signos zodiacales y sus regentes planetarios. Centrado su abdomen en la perspectiva de lo material y elemental -agua y tierra,- su tórax en el círculo del aire y su cabeza en el del fuego. La cual se abre a las más elevadas facultades que se leen como Ratio, Intelectus y Mens, en la jerarquía de las emanaciones, por las que se llega al conocimiento intuitivo de la naturaleza del Alma universal y a la consciencia del Sí Mismo. 

Por su parte Michael Maier fue el autor de Atalanta Fugiens, libro en cincuenta láminas, que ilustra el proceso alquímico de transmutación del alma establecido a través de la armonía de los sentidos más elevados, como son la vista, la inteligencia y el oído, los que operan la clave proporcionada por los emblemas, epigramas y partituras que contiene el libro, en un mismo movimiento acompasado por el texto, la imagen y el sonido musical. 

Simbólica cabalista, hermética y cristiana, manifestada también en la tradición de la Ciudad Ideal, que desde La República de Platón recorrió todo el orbe europeo en escritos como La Ciudad Ideal por Abu Nasr al Farabi, la Utopía por Tomas Moro, la Nueva Atlántida por Francis Bacon, la Aurora por Jacobo Boehme, la Ciudadela del Sol por Tomaso Campanella, Las Islas Afortunadas por Ben Jonson y Christianopolis en el caso de V. Andreas. Todas ellas, en la perspectiva de la visión paradisíaca, la de la Jerusalén Terrestre hecha según el modelo Celeste, que se encuentra en los mitos de toda tradición, signando el comienzo tanto como el fin de todo ciclo temporal. 

La Ciudad, simbólica, se establece alrededor de un templo circular, rodeado por cuatro cuadrados concéntricos, organizando su vida de acuerdo al saber de Dios o Teosofía que inspira el culto del Arte y la Ciencia. Con aplicación de todo ese caudal de conocimiento por los artesanos, de quienes se dice que "son casi todos ellos hombres cultos, cosa que propicia muchos descubrimientos, pues a los obreros se les permite expresar y cultivar su talento inventivo", colaborando en la práctica de la agricultura y en toda obra de utilidad pública. Enseñándose además ciencias naturales y medicina, la ciencia de los astros y la alquimia de los remedios. 

Bajo el signo de la Rosa-Cruz concluye un capítulo de la historia cerrado por el debate entre las fuerzas reformistas y contrarreformistas que, divididas al norte y al sur de Europa disputábanse el predominio del poder temporal. Disensiones que dieron lugar a la invasión de Bohemia, donde Federico e Isabel reinaron brevemente a la muerte de Rodolfo II, afectando también al Palatinado del Rhin que quedó destruido por las fuerzas ocupantes al comienzo de la guerra de los treinta años. 

A partir de aquel momento toda la riqueza de la simbólica alquímico-hermética, cabalístico-cristiana, recogida por los rosacruces, encuentra acogida en las logias de los constructores de templos, que en Warrington, Inglaterra, reciben a Elias Ashmole en 1646. Por medio de quien se establece una síntesis y también readaptación a los nuevos tiempos, con énfasis en el simbolismo operativo, en el que se lleva a término la construcción de gran número de templos que guardan en su configuración, el depósito de todo aquel saber universal, operado en el entendimiento de la letra y del número, del nombre y de la forma, vehículos míticos, simbólicos y operativos por mediación de quienes, la Orden se regenera permanentemente y que son mensajes o legados de la tradición a resguardo de toda mirada profana. 

Templos masónicos fundados en la fraternidad habida entre aprendices, compañeros, y maestros, en el desbastado, pulido y colocación de la piedra, ofreciendo el fruto de sus trabajos "A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo", principio arquetípico traductor de una idea universal presente en la memoria y esoterismo de toda forma tradicional.  

Por otra parte, el mundo moderno vive en la triste situación de no saber quién es, de dónde viene y a dónde va, por haber perdido el sentido al que remiten estas preguntas.  

En cuanto a esto la obra de René Guénon significa para occidente, el redescubrimiento de las raíces tradicionales que le sustentan, oscurecidas en el decurso de la historia por acontecimientos que se remontan a la desaparición de la orden del Temple en 1314. Raíces que vienen a sernos restituidas en el recuerdo y memoria que del mismo orden universal nos aportan las tradiciones del oriente, a las que, por cierto, no se trata de imitar en sus formas propias, puesto que pertenecen a un mundo que nos es ajeno en cuanto a su raza y mentalidad, como advierte R. Guénon en Oriente y Occidente o en La crisis del Mundo Moderno. 

En este sentido recordamos los "Diálogos" de Platón, aspectos de la enseñanza hermética y símbolos celestes y terrestres de lo supraceleste, en cuanto transmisores y hermeneutas simbólicos de la Sabiduría de la Antigüedad Griega, de Pitágoras y de Apolo, de Egipto y de la Atlántida. Diálogos establecidos entre lo supraindividual y lo individual, entre la inteligencia y la razón; que se remontan a un origen mítico reconocido por toda tradición. No obstante parece que el mito en los Diálogos yace recubierto de polvo en los estantes de la filosofía considerada solamente como un modo del saber reducido a lo racional y que reduce el contenido de la obra platónica a lo que desde aquel punto de vista pueda parecer.  

Sin embargo, la verdad es que por la lengua del "mito" y del "logos" platónico se estableció en gran medida el diálogo entre las diversas formas de la Tradición de Occidente, tanto en la edad antigua, en la Edad Media, así como en los tiempos renacentistas.  

Las mismas Ideas como vehículos de conocimiento, traducción de los números y de los mitos de la antigüedad, encontraron sus versiones al latín, al árabe, al hebreo y al griego.  

Redescubrir la antigua sabiduría que emana de los Diálogos, puede ser todavía una última sorpresa que nos depare Platón.  

Occidente debe pagar su propio rescate si es que quiere cruzar las aguas de la muerte para así cumplir con la posibilidad de su propia regeneración. 

Más de esas Ideas formuladas en la historia, impresa en la memoria de la humanidad, hemos de reconocer que el hombre en su estado actual, apenas si sabría algo sin la contribución, para muchos providencial, de la Obra de R. Guénon. 

Y ello, en un momento histórico de crisis en el que sigue siendo preceptiva la afirmación de "lo que es" a través de la negación de "lo que no es". Método de trabajo riguroso que conduce a la iniciación en los misterios del Ser, la que es promovida en el seno de las organizaciones iniciáticas, transmisoras de la enseñanza simbólica que en sus mitos y ritos, esclarecen e iluminan la conciencia del recipiendario. 

Aquí y para acabar venimos a hacer memoria de lo que decíamos al principio de este artículo sobre el viaje de la existencia, cuyo propósito es el de revivir y refrescar un Antiguo Saber, capaz de dormir con encantamientos a la mente distraída, monstruo de la letra muerta, que parece vivir en el "afuera" ignorante del dentro. Atravesado por las voces transformadoras, ángeles o mensajeros del conocimiento, que transportan más allá de lo humano y que son reminiscencias que promueven una anamnesis o no olvido, no sueño, no muerte. Un despertar y una regeneración. Cantos a la memoria desde la dignidad de sus orígenes y símbolos de lo inexpresable, de lo más valioso, de la perla o tesoro único a rescatar del olvido -Amnesia- del sueño -Hypnos- o de la muerte -Thanatos-.  

Recordemos a propósito de ello lo que nos dice el Himno de la Perla conservado por escrito en las Actas de Tomás, del que una de sus versiones traduce: 

"Un príncipe llega al Oriente para buscar en Egipto 'la perla única que se encuentra en medio del mar rodeada por la serpiente del silbido sonoro'. En Egipto fue capturado por los hombres del país. Le dieron de comer de sus comidas y el príncipe olvidó su identidad. 'Olvidé que era hijo de rey y servía a su rey y olvidé la perla por la cual mis parientes me habían enviado, y por el peso de su comida caí en un profundo sueño'. Pero los parientes se enteraron de lo que le había sucedido y le escribieron una carta. 'De tu padre, el rey de reyes, y de tu madre, soberana del Oriente, y de tu hermano, nuestro segundo hijo, ¡salud! Despiértate y levántate de tu sueño, y escucha las palabras de nuestra carta. Recuerda que eres hijo de rey. Considera en qué esclavitud has caído. Acuérdate de la perla por la cual fuiste enviado a Egipto'. La carta voló como un águila, descendió sobre él y se hizo palabra. 'Con su voz y su zumbido me desperté y salí de mi sueño. La recogí, la besé, rompí el sello, la leí y las palabras de la carta concordaban con lo que estaba grabado en mi corazón. Me acordé de que era hijo de padres reales y de que mi alta alcurnia afirmaba su naturaleza. Me acordé de la perla por la que había sido yo enviado a Egipto y me puse a encantar a la serpiente del silbido sonoro. La dormí con encantamientos, después pronuncié sobre ella el nombre de mi padre, me traje la perla y me impuse el deber de volver a la casa de mi padre'." 

Debemos terminar aquí, no sin antes advertir que seguramente, además de las expuestas, podrían haberse citado otras fuentes y autores de referencia; no obstante nos parece que las figuradas en esta ocasión no menguan en su interés y poder evocador, por cumplir con la función de ser vehículos intermediarios y conductores hacia un único y mismo fin, simbolizado en el Adagio hermético de Apolo:  

"Conócete a tí mismo y así conocerás al universo y a los dioses."

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BIBLIOGRAFIA

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El Libro de la Orden de Caballería. Ramón Llull. Alianza Editorial, Madrid/Enciclopedia Catalana, Barcelona 1986. 

El Libro del ascenso y descenso del entendimiento. R. Llull. Ed. Orbis, Barcelona 1985. 

La Kabbala Cristiana del Renacimiento. F. Secret. Ed. Taurus, Madrid 1979. 

Hermes Trismegisto. Muñoz Moya y Montraveta editores, Sevilla 1984.  

Giordano Bruno y la Tradición Hermética. Frances Yates. Ariel, Barcelona 1983. 

Conclusiones Mágicas y Cabalísticas. Pico de la Mirándola. Ed. Obelisco, Barcelona 1982. 

Oratio de hominis dignitate. Giovanni Pico de la Mirandola. Edizioni Studio Tesi, 1994. Incluye texto en latín. 

El Iluminismo Rosacruz y La Filosofía Oculta en la Epoca Isabelina. Frances Yates. Vols. 209 y 232, Col. Popular del Fondo de Cultura Económica, México 1981, 1982. 

Obras Completas. Paracelso. Edicomunicación, Barcelona 1989. 

Fama Fraternitatis. Confessio. Fraternidad de la Rosa Cruz. Muñoz Moya y Montraveta editores, Sevilla 1988. 

Las Bodas Químicas de Cristián Rosacruz. V. Andreae. Muñoz Moya y Montraveta editores, Sevilla 1988. 

Robert Fludd. Claves para una Teología del Universo. Joscelyn Godwin. Ed. Swan, Madrid 1987. 

Mito y Realidad. Mircea Eliade. Ed. Labor, Barcelona 1993.  

 http://symbolos.com/s11jmdct.htm

Gráfico: Pico della Mirandola

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