Proverbio egipcio

“El reino de los cielos está dentro de ti; aquel que logre conocerse a sí mismo, lo encontrará” Proverbio egipcio

lunes, 16 de abril de 2018

Oswald Wirth: la Alquimia y la Francmasonería (*)




Desde 1894 teníamos la idea de publicar una obra sobre la Alquimia y la Francmasonería, pues es nuestra opinión que un mismo programa de iniciación se reconoce en la serie de operaciones de la Gran Obra hermética y la sucesión de pruebas a que han de someterse los francmasones. Mientras proseguíamos con nuestros estudios, se nos presentó una ocasión de comunicar los resultados sucesivos. De este modo fueron apareciendo, uno tras otro, los artículos publicados hasta fines de 1909 en la primera edición de este libro.

Un primer tiraje de 500 ejemplares fue tan bien recibido que nuestro trabajo se agotó rápidamente. ¿Por qué nos demoramos tanto en hacer una nueva edición?. Nos hemos ocupado de otras tareas. El Libro del aprendiz exigía ser completado con los manuales del Compañero y del Maestro; después trabajamos en el Tarot de los imagineros de la Edad Media que, editado en 1927, nos hubiera permitido volver al Simbolismo hermético, pero entonces tuvimos que dedicarnos a los Misterios del Arte Real. Tan sólo en 1930, al cabo de veinte años, nos fue posible reiniciar un trabajo en el cual no habíamos dejado de pensar.
Los comienzos de la obra de 1910 ya no nos satisfacían, y nos propusimos entrar en materia con una precisión acrecentada, absteniéndonos de reescribir el libro en su conjunto. Las correcciones se refieren a detalles: tratan de aclarar los pasajes difíciles sin modificar el sentido original.
Hemos creído necesario un capítulo nuevo, llamado Nociones elementales de hermetismo, que reproduce con leves cambios la segunda parte de una obra publicada en 1897, y sólo conserva la Medicina filosofal sin contar la Imposición de las manos, donde contamos nuestras experiencias en el campo del magnetismo terapéutico. Por consiguiente, en las páginas que siguen se encuentra reunido todo lo que hemos escrito sobre la alquimia.
El lector no encontrará aquí un tratado metódico, pero creemos hacerle un favor obligándolo a coordinar los datos que le presentamos. No deberá irritarse por las repeticiones inevitables ni por las exposiciones que no concuerdan a primera vista. Los símbolos no pueden manifestarse en un solo sentido y pueden, sin contradecirse, decir blanco y negro al mismo tiempo, pues la realidad es compleja y es nuestra propia simplicidad que la simplifica. Las palabras engañan al simplificar, mientras que los símbolos reflejan la complejidad muchas veces insondable de las cosas.
Permítasenos reproducir aquí la página que nos dedicó el director de L’Acacia, nuestro amigo C. M. Limousin, en el artículo póstumo que escribió para su revista:
“...el hermano Wirth es, dentro de la masonería, el jefe de una escuela que en otros tiempos, en Francia, y otros países, fue poderosa: la Escuela de Alquimia”.
“La Escuela Masónica de Alquimia es la escuela francesa, totalmente distinta de la escuela inglesa. Los adeptos franceses de la masonería en el siglo XVIII, influidos por factores que no hay motivo para tratar aquí, introdujeron las ciencias ocultas: magia, cábala, astrología, el magnetismo y sobre todo la alquimia. Basta leer un artículo de Wirth para reconocer en él al alquimista. No digo esto con intención de denigrarlo: por el contrario, lo tengo por el representante de una noble tradición. La alquimia no es, y no fue, lo que piensa el vulgo. Fue eso, pero fue también algo más. En general se cree que la alquimia consistió en una serie de procedimientos químicos para obtener la transmutación de los metales y lograr la fabricación del oro: ese oro con el cual se obtiene todo en el mundo. Así ocurría en otros tiempos. Sin embargo, digamos de pasada que en el curso de las últimas investigaciones y experiencias, los alquimistas hicieron descubrimientos interesantes con los cuales se ha beneficiado la química moderna. La nomenclatura química está llena todavía de términos de origen alquímico: ázoe, vitriolo, nitro, azufre, mercurio, sal, etc”.
“Pero la alquimia no era sólo esto: era también un sistema científico general. Por esta razón los símbolos de notación de los alquimistas eran empleados por los astrólogos y han sido conservados por los astrólogos”.
“La alquimia era otra cosa, además, y es este aspecto que cultiva Wirth: era un sistema filosófico. Es esta identidad de la filosofía y de la ciencia ― por lo menos de lo que se consideraba en otros tiempos ciencia ― que expresa la fórmula del Hermes Trismegistos: “Lo alto es igual a lo bajo: lo que está abajo es igual a lo que está en lo alto”, lo que quiere decir que la ciencia es la imagen de la realidad, y que debe buscarse en la realidad lo que enseña la ciencia. También era algo más: era un arte, el arte de la cultura intelectual y moral del hombre. El “oro potable”, que se procuraba producir simbólicamente, era la perfección humana. Una metáfora alquímica inversa fue la que Racine expresó en el verso célebre de Atalie:
“Comment en un plomb vil, l’or pur s’est-il changé?[1].
“La transmutación de los metales era la transformación de antropoides ignorantes, groseros, bárbaros e inmorales, en hombres instruidos, corteses y morales”.
“Puede compararse este programa simbólico con el programa del grado de maestre masón especulativo”.
“Es esta la alquimia que cultiva el hermano Wirth. El no sopla y no tiene laboratorio, ni siquiera un diminuto athanor en su domicilio”.
Agregaremos que nuestros conocimientos de química son rudimentarios, por lo cual no podemos apreciar las teorías de los antiguos alquimistas desde el punto de vista científico moderno. El simbolismo de la alquimia no se refiere exclusivamente a las verdades de orden iniciático, pero preferimos no buscar otra cosa en él. Seguimos convencidos de que éste es el terreno más sólido.
No tenemos a la alquimia por un fin, pero la consideramos un poderoso medio de llegar por ella al discernimiento de lo verdadero, y por éste a la realización del bien. La iniciación es una, aunque cada escuela de iniciación use símbolos propios. Aprendamos comparando, transponiendo de un simbolismo a otro, y la luz se hará en nuestro espíritu.

O. W.
París, agosto 1930.
[1] ¿Cómo ha podido convertirse en vil plomo el oro puro?.

(*) Prologo de su libro EL SIMBOLISMO HERMÉTICO Y SU RELACIÓN CON LA ALQUIMIA Y LA FRANCMASONERÍA. BIBLIOTECA UPASIKA





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